En una manada hay una yegua, generalmente la de mayor edad, que asume el papel de organizadora social del grupo. Ella es quien encabeza las caminatas hacia los mejores pastos y los abrevaderos y quien se ocupa de que se respeten las pautas de convivencia del grupo. Su rol es muy importante y asegura la cohesión y en parte, la supervivencia de todo el grupo. En consecuencia, debe comunicarse clara y coherentemente para mantener su liderazgo y que éste sea respetado.
Cuando un potro o potranca, (joven que aún no alcanzó la madurez sexual) no respeta las pautas sociales, la yegua madrina lo expulsa del grupo, y se interpone para impedirle su regreso a la manada. Al hacerlo lo expone a la vulnerabilidad que implica para un caballo estar aislado. Es aquí donde el joven tiene dos opciones: alejarse de la manada para buscar nuevos compañeros, o mostrar sumisión, lo que humanamente podríamos traducir en:
-“Ok , reconozco tu liderazgo, tengo miedo de estar solo, permíteme volver”.
En este último caso la yegua gira, invitándolo a seguirla y lo recibe con una sesión de caricias, mimos y acicalamientos que refuerzan el vínculo y estrechan los lazos de pertenencia a la manada.
Aquí va mi reflexión:
Cuán distinta sería la relación profesora-alumno, madre-hijo, jefe- subordinado, etc. si aplicáramos este sistema de refuerzo positivo.
De la vinculación directa y del lenguaje y comportamiento equino
podemos reaprender:
- Coherencia en las reglas sociales. No existen las ambigüedades. Si el potro realiza algo indebido, en respuesta sufre una consecuencia social inmediata.
- Coherencia en el lenguaje. La yegua da sólo una señal de advertencia.
- Respuesta siempre a tiempo presente. Cuando el potro muestra un cambio de actitud, no hay reproches, la yegua también depone el castigo inmediatamente.
- Simpleza en el vínculo. El mayor aprendizaje del potro se obtiene con las demostraciones de afecto y la invitación de volver a su grupo, liberándolo del miedo y la tensión y dándole una cálida bienvenida.
Gracias maestros caballos.