Cuando intento amansar a un caballo o realizar un ejercicio de monta y reiteradamente se bloquea la comunicación y el ejercicio no sale, puedo elegir alguno de estos caminos:
- El papel de la víctima, donde el caballo es el culpable y yo no tengo posibilidad de cambio.
- El camino de la acción: aplico otras técnicas o tácticas para volver a intentarlo.
- El camino del ser interior dónde me pregunto:
- ¿Qué me pasa con este caballo en el momento que desconectamos?
- ¿Qué emoción se me mueve en ese preciso instante? Y con esta pregunta en mente, observarnos y observarme.
¿Que secreto tiene esta emoción para contarme?
- ¿Qué acontecimiento, o recuerdo la detonó?
- ¿Para qué está?
- ¿De que me proteje?
- ¿Cómo la siento en el cuerpo?
Y si llegaste hasta este diagnostico ¡te felicito!
Ahora: ¿Estas dispuest@ a tomar las riendas?
¿Qué necesitas para salir de este estado?
¿Hacer un pedido?
¿Aprender alguna habilidad que aun no tienes?
¿Tomarte un tiempo?
(Por solo dar algunos ejemplos).
Esto es a lo que llamo transitar la emoción que me tomó: tomando conciencia y aprendiendo de ella.
Y luego de recorrer este camino de autoconocimiento, seguramente veré que lo que había manifestado el caballo, ¡era esa misma emoción!
Porque los caballos, expresan sin censuras todo lo que les pasa. Miedo, ansiedad, alegría, necesidad de contacto y afecto etc.
Su vida y la de toda la manada depende de la claridad con que son expresadas y transmitidas las emociones. No juzgan, simplemente expresan.
De los caballos aprendemos la coherencia entre el sentir, el pensar y el expresar.
A tiempo presente, sin especular.
Son grandes maestros de la vida.